1964
Jorge Luis Borges
I
Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.
II
Ya no seré feliz.
Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra
flecha
que nos libra
del sol y de la luna
y del amor.
La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo que me queda el goce de estar
triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a
cierta puerta,
a cierta esquina.
Un día cualquiera de 1964
Germán
Glennie Graue.
I
Ahora
es mágico el mundo. ¡Te he dejado!
Ya no compartiré la
oscura luna
ni los desbastados jardines de tu casa.
Ya no
hay una luna o fotografía que sea espejo del pasado.
y para
mi ,cristal de nueva vida,
¡hay un
sol de mil
geranios!
Adiós las sudorosas
manos y las sienes
en las que ya no palpita tu recuerdo.
Hoy
sólo tienes la infiel memoria
y los
desiertos días de antaño.
Nadie gana (repites neciamente)
sino el que no tiene y no ha tenido
nunca pero solo me basta ser valiente
hay que
apostar, al
arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te ilusiona y luego
te desgarra
y te puede matar una guitarra.
II
Ya no seré infeliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo y diverso
que el embravecido mar de tu sonrisa.
La vida sin ti puede ser corta,
pero intensa y muy bella ¡tú ya no me importas!
y aunque las horas por delante,
no son tan
largas, ni son muchas,
oscura
maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que me libra del sol, de la luna
y sobre todo, de tu mustio llanto de cebolla.
Y del amor donado
y desechado,
de la dicha que me diste a cuenta gotas.
antaño si, me quitaste hasta el
aliento,
pero hoy, tú ya no eres mi amada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo que me queda el goce de estar
triste,
esa vana costumbre que me inclina
a ver tu negra sombra en la cocina,
asustarme al verte de pronto en cierta esquina
ya te acercas a abrazarme amada mía.
Y bien, ¡llegó la hora!
caminemos hacia el polo Sur de cierta vida,
Pero antes cierra bien aquella puerta,
para que no escape cierta gata,
escondida en cierta esquina,
que ciertamente ronronea, pues
goza del
calor de la cocina.
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