¡Oh libertad!                     




                                     Texto y fotografías  

Germán Glennie Graue. 


¡Oh libertad!, veo que te yergues orgullosa y desde mucho antes de mi llegada, tú sabías que yo venía. Y desde mucho antes tú a mí ya me esperabas. Pues avidez de ti, mi vida desde antaño poseía, y cada día junto a la borda del barco el horizonte oteaba. 


¡Oh libertad!, me viste llegar, sé bien que tú me viste. Me viste, pues también desde lejos tú llegaste. Me viste llegar, muy cierto estoy ¡que tú me viste!, pues, con tus labios de cobre sonreíste y me cantaste en silencio y sin palabras, ¡sí! a mí… a un inmigrante sin patria recibiste. 


¡Oh libertad!, a tus pies desembarqué en la isla Ellis, ¡yo era uno entre cientos, llegué desnudo de familia, desnudo de historia, desnudo de trabajo, desnudo de un hogar… pues en la travesía hacia tus brazos, arrojé el libro de mi historia por la borda al mar. A tus pies desembarqué esperanzado y con dos maletas; una llena repletas de ilusiones y la otra con mis sueños.  


¡Oh libertad!, Apenas al bajar del gran navío, ¡sí! de vapor el gran navío, Ellis Island me recibió sin más protestas. ¡Oh! nuevo mundo de holgada libertad deje mis tierras a pesar de que desconocía todo sobre estas. Dejé allende el mar Atlántico: un pasado ajado, una genealogía marchita, un terruño tacaño, y un daño que aún no cicatriza… por un querer que no pudo o no quiso arrojarse a la mar en esta travesía. 


¡Oh nuevo mundo! me recibiste así, ¡sin más protestas! Aquí se mezclan etnias, lenguas, credos y ancianas tradiciones. Hay panaderos, y sastres, y maestros, y doctores, y también estibadores. Incluso vi a individuos que a la altura no le temen, pues en cuestión de meses, cíclopes rascacielos de acero ellos levantan y las nubes vulneradas con sus vigas lloran. E incluso de ellos se rumora que sentados sobre endebles trabes su almuerzo ellos comparten.

 

¡Oh nuevo mundo! por las venas de Manhattan entre millardos de luces yo camino y escucho el bramar de los motores, o en el Bronx por sus oscuros callejones, en ellos palpo el hambre de desesperados seres, que cual “hidras de Lerna” se enredan y envenenan en pérfidos amores. Así, desesperado por las noches, padeciendo hambre y frío a casa voy. Y con el barbechar del sol al nuevo día, despacio voy a descargar enormes barcos en el río. 


¡Oh nuevo mundo!  por doquier veo caballos bien cebados, que jalando un cabriole muy peligrosamente avanzan, llevando hombres apuestos junto a hermosas cortesanas, mientras abajo, ahí entre el fango y el estiércol que las ruedas y corceles por doquier arrojan, ¡los perros tienen hambre! Y una madre afanosamente entre las sobras un mendrugo busca… para llevar a sus hijos alimento, y aunque este sea vulgar... brindará sustento. 


¡Oh nuevo mundo! un cosmopolita hormiguero eres tú, hay policías, y bomberos, y banqueros, y mendigos, y embaucadores, y hay delincuencia y también prostitución. Aquí también coexisten personas sin credo ni nobleza, a quienes por igual y sin distingo la ciudad acoge y les da su protección.  


¡Oh nuevo mundo! eres el útero en donde se gesta el nuevo hombre, el hijo prometeico de la historia ya pasada y del presente que aún se escribe con caligrafía incierta. Mortal que, a pesar de ser perecedero, y castigado por los dioses. Orgulloso será el germen, la simiente de una nueva raza, raza de hombres y mujeres que con nobleza cuiden de si y respeten al hermano, y a este mundo ¡eso eres Prometeo! ¡Oh nuevo mundo! 


Hermano ¡siempre avanza! pero siempre mirando a cada lado, pues, el diablo en la ciudad se haya trastornado y los planes del hombre ha trastocado. Aquí hay mezquitas, iglesias, sinagogas, hay todo tipo de religión y credos. Judíos, cristianos y también están los mahometanos. Aquí se dice: ya son todos iguales, ya son todos hermanos, y por muy distintos que entre ellos nos parezcan, de padre negro, asiático o acaso eslavo, y aunque distintos en su piel y en sus entrañas, a fin de cuentas, aquí somos hermanos. 


Hermano, ¡Mucho trabajo, esfuerzo y libertad!... en un principio habrá pocas monedas y amistad.  Que, cuidadas, compartidas y muy bien trabajadas, crecerán y serán el fermento de un futuro hermoso y un pan sabroso. Y si en Brooklyn o en Long Island tú trabajas duro, en el Bronx, el barrio chino, o por ventura el italiano, elige con cuidado tu destino y avanza muy confiado siguiendo tu camino y por la vereda avanza, allá hacia donde a tu corazón ya tu mente, nadie alcanza.  


Hermano, en la quinta avenida, te toparás con Nelson Rockefeller o con un gánster de verdad “Lucky Luciano”. Camina atento, procura ir limpio y arreglado y que tus ropas no causen desagrado. Camina despacio, mira de frente a las personas, y ve a cada uno sin envidia ni desprecio, avanza muy despacio pues aquí en Nueva York, las oportunidades o las balas… cuando tú menos lo pienses y sin buscarlas te alcanzan. 


Hermano, pasarás noches de frío en albergues muy baratos, también a mí me llegaron malos tratos. Más, sin embargo, jamás me deprimí, ni encontré el tiempo para sentirme derrotado, ya que es gran compromiso, trabajar para mantener la libertad que aquí encontramos.  


Libertad nacida de orgullosa hembra, bellísima mujer llamada libertad, tu espíritu a mí me embelesa. Orgullosa dama de piel de cobre y férrea osamenta, con tu mirar de lejanía me atrapaste en un segundo, robaste mi corazón y el de otros cientos de inmigrantes sin patria que generosa tú adoptaste. 


¡Oh libertad! tu rígida y homérica belleza, tu esencia es amalgama de virtudes ancestrales, tu estoica hermosura de ti me enamoró, e incendió mi espíritu tu fría belleza, aquel día, cuando desnudo y sin patria hasta tus pies llegué, ¡Oh libertad! fue entonces cuando tus ojos serenos en mi posaste y muy lentamente mi alma tú me arrancaste.  


¡Oh libertad! radiante y estupenda libertad, fue cuando entonces tus labios mi nombre pronunciaron, como un murmullo suave, como vivaz música de ese jazz muy negro, a mis oídos y a mi corazón hacia una nueva realidad me empujaron. Y desde tu mano fuerte que soporta el fuego. Un fuego nuevo, la llama de tu corazón ardiente a mí me entregaste, y desde ese momento hijo mío, ¡hijito mío… así tú me llamaste! 





















Comentarios